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“BRICS: la puerta al Futuro que cerró Milei” Por Cecilia Nicolini

julio 14, 2025

Hola, ¿cómo están? Esta es una buena semana para detenernos a pensar en los BRICS y (una vez más) llevarnos las manos a la cabeza por todas las oportunidades que la Argentina está dejando pasar por decisión de Milei. Pero aprovechemos este espacio no solo para lamentarnos, sino también para analizar lo que representa este gigante geopolítico en el escenario global y reafirmar nuestra convicción: ya llegará el momento de volver a estar donde debemos.

El Presidente Lula recibió hace unas semanas a presidentes y cancilleres de los países que integran esta alianza sin Argentina. Bajo la brisa carioca, encarnó claramente el aforismo confuciano: “cuando soplan vientos de cambio, algunos construyen muros y otros, molinos”. Ante la crisis climática, las guerras comerciales, los conflictos armados y las disrupciones tecnológicas, Brasil y los países de los BRICS optan por adaptarse con inteligencia y aprovechar esos vientos —a veces huracanados— para avanzar. En contraste, la Argentina de Milei se atrinchera en dogmas ideológicos que no hacen más que profundizar nuestra vulnerabilidad frente a este (des)orden internacional. 

El Sur sopla fuerte 

Desde inicio del nuevo milenio los países que conforman la alianza de los llamados BRICS -originalmente Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- eligieron convertirse en “molinos” para que los países del sur global pudieran tener voz y voto en la disputa por un nuevo orden multipolar. La alianza no solo buscaba orientar esos vientos para impulsar sus intereses políticos, económicos y geopolíticos, sino que se convertiría en una apuesta estratégica para desafiar la hegemonía del Norte Global y los principales centros financieros comandados por Estados Unidos y Europa. 

Y tenían con qué y con quiénes. Los BRICS representan hoy cerca del 39% del PBI mundial (superando desde 2019 el peso en declive del G7) y una multitud de personas: casi el 50% de la población global. En términos comerciales, representan un cuarto de todo el comercio internacional. Además, su expansión en 2024 –de la que Argentina eligió inexplicablemente autoexcluirse- incorporó a otras potencias energéticas como Arabia Saudita, Irán, Egipto, Etiopía y los Emiratos Árabes Unidos, que ampliaron las regiones donde se encuentra presente el bloque (en términos territoriales, abarcan el 36% del planeta). Una asociación que dista de ser homogénea en sus atributos políticos y más bien responde a una clave constante de la política internacional: busca tu media naranja, y asóciate con quien puedas complementarte económica y políticamente para tener influencia en el orden mundial.  

La clave de los BRICS reside, además, en la autonomía estratégica que desde el inicio buscó construir. Con instituciones propias como el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB por sus siglas en inglés), el bloque busca financiar proyectos de infraestructura y de desarrollo sin las condicionalidades que imponen organismos como el FMI, con exigencias y tasas insostenibles que históricamente asfixiaron a las economías en desarrollo. Además, cada vez más utilizan sus monedas locales, desdolarizando paulatinamente el comercio internacional y estableciendo mecanismos financieros alternativos. Estos esfuerzos representan, hoy por hoy, la mayor apuesta para desafiar la estructura financiera internacional que durante décadas se desarrolló bajo la hegemonía de las potencias occidentales. In your face FMI. 

Todo esto ha generado una ferviente atracción entre los países del sur global, que buscan una mayor autonomía estratégica, un mayor equilibrio en la toma de decisiones y una menor intervención extranjera o imposición de sanciones unilaterales por parte de las grandes potencias.  Y si, nosotros nos pegamos un tiro en el pie… 

Entre esos países con intención de sumarse a los BRICS (que fueron más de 40) se encontraba la Argentina. Desde la constitución del bloque en el año 2009, el país aspiraba a formar parte de manera protagónica, incluso jugando a sumar una letra y que se transformara en los BRICS-A. La conveniencia era clarísima: post crisis financiera de 2008, se trataba de una oportunidad para abrirnos a nuevas alianzas, diversificar nuestros socios comerciales y tecnológicos, acceder a canales de financiamiento más flexibles y reforzar nuestra autonomía en un escenario internacional cada vez más fragmentado e impredecible.

Fueron los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner durante sus dos mandatos, y luego el de Alberto Fernández, los que trabajaron junto a China y Brasil principalmente para que nuestro país pudiera convertirse en un miembro de este nuevo actor geopolítico. Finalmente, a fines del 2023, el bloque liderado por nuestro amigo y aliado Luiz Inácio Lula da Silva anunció la invitación a la Argentina a formar parte de este selecto club del sur global. Obrigados, presidente Lula! Pero la ilusión duró poco. 

El harakiri de Argentina 

A los pocos días de llegar a la presidencia en diciembre de 2023, y antes de que Argentina pudiera siquiera formalizar su incorporación, el gobierno de Milei decide abandonar el ingreso a los BRICS. El mundo celebró la victoria de Argentina en el mundial, pero se quedó boquiabierto con el mayor gol en contra que la historia va a recordar. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, calificó de bochornosa la decisión de no adherir al bloque, “fruto de anteojeras ideológicas que van claramente en contra de los intereses nacionales y limitan el desarrollo de nuestro país”. Una clara inmolación. 

Axel Kicillof, Pablo López y Cecilia Nicolini, en una reunión de gestión

Las razones representan lo que se convertirá en la política exterior mileísta: un alineamiento automático proestaunidense y proisraelí, desconfianza hacia los bloques multilaterales y a todo el sistema de Naciones Unidas. Pasarle la motosierra a todo lo que es sospechoso de ser woke. Solo interesan los acuerdos bilaterales, como el acuerdo de libre comercio que promueve con Estados Unidos en detrimento del Mercosur, aun cuando representan una amenaza para nuestra economía.  Aislamiento estúpido sin reciprocidad alguna. 

Estas nuevas relaciones carnales con Estados Unidos, (¿les suena?) adquiere una dimensión particular dada la reformulación del rol global norteamericano bajo la influencia del trumpismo. Donde antes se recompensaba a los países dentro de su esfera de influencia con inversión extranjera directa y acceso al financiamiento, la lógica de “América Primero” ha dado paso a una política exterior más hostil. Trump eligió retribuir a sus aliados con sanciones comerciales, presiones diplomáticas y amenazas de anexión de países enteros. Pobre Javo, un amor no correspondido. 

¿Qué nos perdimos? 

En primer lugar, nos perdimos un mercado gigantesco que, a diferencia de los mercados más maduros y envejecidos, cuenta con una población en expansión y un peso creciente en la economía global, tanto por su escala demográfica como por su dinamismo económico. Y con mayores facilidades, explorando la posibilidad de comerciar en monedas locales, aliviando la necesidad de dólares y potenciando las exportaciones. Los países del bloque representan cerca del 30% de las exportaciones y más del 40% de las importaciones argentinas. Brasil, China y, en menor medida, India son socios comerciales claves para el país. 

Perdimos también financiar con el Nuevo Banco de Desarrollo proyectos de infraestructura, transición energética, innovación y cadenas de valor productivas sin condicionalidades macroeconómicas recesivas. En este contexto de ajuste, restricciones externas y una relación cada vez más tirante con el FMI, el NBD podría haber actuado no solo como socio financiero clave sino también como contrapeso político ante las condicionalidades asfixiantes de los organismos internacionales de crédito tradicionales.  

Le esquivamos además a la posibilidad de participar en un espacio que tiene cada vez más gravitación política, ante el debilitamiento progresivo del G20 frente a un G7 que monopoliza cada vez más las decisiones relativas a la energía, las finanzas, el comercio o la economía global. Fortalecer una integración global con identidad latinoamericana, construyendo puentes desde el Sur Global. Para potencias emergentes como China, India y Brasil, nuestro país representaba un socio estratégico no solo en la consolidación de un gran mercado global de granos, gas y petróleo -con Vaca Muerta como activo central-, sino también por su potencial para integrarse a cadenas de valor clave para el suministro de estos bienes, así como en sectores como el farmacéutico, las energías renovables, el transporte ferroviario y la tecnología satelital. 

¿Hay más? Si, y quizás para mí de los que más prometen: la transición ecológica. Allí, la Argentina podría tener un rol fundamental en materia de producción sostenible de alimentos, desarrollo de nuevas fuentes de energía y capacidades tecnológicas. Brasil sólo con su Banco de Desarrollo (BNDES) a través del Fondo Clima y del Fondo Amazonía está liderando el financiamiento de proyectos verdes en la región con miles de millones de dólares. Y China se ha convertido en el mayor productor de vehículos eléctricos, en almacenamiento de energía y producción de baterías, en adopción de energías renovables, en inversión en infraestructura verde y desarrollando una fuerte diplomacia verde a través de la iniciativa de la Franja y la Ruta. Adiós financiamiento climático. 

La pertenencia al bloque habría permitido una verdadera incidencia internacional del país, utilizando esta plataforma como un canal colectivo para sumar el respaldo de potencias emergentes a nuestros reclamos históricos. La soberanía sobre las Islas Malvinas, la ilegitimidad de la deuda soberana asumida con el FMI o la posición del país en los juicios en países extranjeros que amenazan nuestra independencia económica son algunos ejemplos. El verdadero Argentina vuelve al mundo. 

¿Y las provincias? 

“Es un error histórico no haber incorporado a la Argentina a los BRICS… vamos a unirnos apenas podamos”, remarcaba el gobernador Kicillof. Al igual que PBA, muchas provincias siguen apostando por una agenda de desarrollo nacional que sea autónoma, inclusiva y sostenible, dándole prioridad al desarrollo de capacidades nacionales, la lucha contra el cambio climático y la distribución del ingreso. 

Milei no solo ha cortado el financiamiento nacional paralizando obras de infraestructura, desfinanciando programas ambientales o vaciando de las políticas públicas sino también el acceso a financiamiento internacional, generando un doble perjuicio para el país. Acá también volvemos a perder la posibilidad de acceder a créditos y fondos para obras de infraestructura y desarrollo de las provincias argentinas.

Construcción de una escuela paralizada por el Gobierno Nacional en la Provincia de Buenos Aires.

Pero los Bancos Multilaterales de Desarrollo se hacen eco y comienzan a anunciar la creación de mecanismos nuevos para financiar a gobiernos subnacionales sin exigir garantías soberanas, desafiando, por ahora tímidamente, la negativa del gobierno nacional a financiar obras públicas y políticas de desarrollo a largo plazo. El protagonismo de China, Brasil e incluso los Bancos Multilaterales más tradicionales para financiar a los gobiernos subnacionales (como el reciente anuncio del BID de disponer de mil millones de USD para los gobiernos subnacionales) empieza a tomar vuelo y promete convertirse en palancas para la disputa por el desarrollo regional. 

 La necesidad de una estrategia regional común 

Pero, ¿es posible cooperar en América Latina en una estrategia común ante este desafío global? Es muy complejo, pero se puede y es urgente. Frente a las amenazas a la democracia, la quiebra del multilateralismo y la dominación de las potencias globales, América Latina necesita seguir apostando a construir una estrategia política, económica y comercial colectiva. La articulación de una voz propia nos permitirá construir autonomía para evitar quedar subordinada a los bloques económicos hegemónicos y poder ponerle freno de manera coordinada al avance de las derechas extremas autoritarias que buscan erosionar el multilateralismo.

Nos permitirá también, seguir apostando por un desarrollo sostenible e inclusivo, anclado en el desarrollo de capacidades nacionales e integrando agendas de industrialización tecnológica, transición ecológica y soberanía energética. Y fundamentalmente, articular el futuro y repensando lo que significa el buen vivir.  

Somos una región de paz en un mundo atravesado por conflictos armados y tensiones geopolíticas crecientes; somos acreedores ambientales en una era de emergencia climática; contamos con los recursos naturales estratégicos sobre los cuales se construirán las industrias del futuro; y somos una potencia en seguridad alimentaria, en un planeta que vuelve a poner en primer plano a las crisis por hambrunas. El verdadero reto es hacer valer estos activos en beneficio propio, con una voz regional articulada que nos permita incidir en la redefinición del orden global desde una posición de cooperación y soberanía.

La Argentina tiene derecho al futuro 

Más pronto que tarde, el conjunto de la sociedad argentina dimensionará la oportunidad histórica que perdimos (en realidad que nos hicieron perder), el daño económico y el abismo político al que nos arroja la política exterior libertaria. El desmarque explícito a espacios de integración como el Mercosur, la CELAC o la Unasur abonan un unilateralismo y una desinstitucionalización que implican pérdida de autonomía y soberanía estratégica, aislamiento regional, pérdida de oportunidades comerciales y una profunda afectación a nuestra reputación internacional. 

Apostar por una mayor articulación con los BRICS o con potencias como China no implica sustituir una dependencia por otra, sino que debe enmarcarse en una estrategia nacional en clave multipolar. La clave para una inserción internacional inteligente está en recuperar una lógica de autonomía estratégica, basada en la diversificación de alianzas y en la defensa de los intereses nacionales con una mirada propia. Debemos volver a aprovechar todas las puertas que se abran, pero sin delegar nuestro rumbo en actores externos

Cuando hablamos del futuro de la Argentina, no lo hacemos desde la resignación ni desde la nostalgia, sino desde la convicción profunda de que nuestro país tiene todo para ser protagonista de una etapa histórica que ya está en marcha: la construcción de un nuevo orden mundial más justo, multipolar y basado en la cooperación entre los pueblos.

En un mundo en plena transición global y disputa tecnológica, Milei le puso un yunque de cemento a las posibilidades de relacionarnos de forma inteligente, soberana y autónoma.  Pero el pueblo se lo demandará. Y desde este espacio no solo se lo seguiremos exigiendo, sino que construiremos molinos para que el viento nos empuje hacia un futuro con desarrollo lleno de oportunidades para todos los argentinos y las argentinas. 

*La autora es Diputada del Parlamento del Mercosur por Argentina.

 

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