—MDF: El Frente Amplio uruguayo acaba de asumir el Gobierno de Uruguay, luego del triunfo de la fórmula compuesta por Yamandú Orsi y Carolina Cosse. ¿Cuáles son los principales desafíos y propósitos que regirán esta etapa? ¿Qué aprendizajes es posible recuperar de las las tres gestiones anteriores del Frente y qué desafíos no pueden ser resueltos con aquellas recetas?
—Gonzalo Civila: Los 15 años de Gobierno Nacional del Frente Amplio, que se desarrollaron entre el 2005 y el 2019, dejan muchos aprendizajes y también dieron lugar, después de la derrota del 2019, a una autocrítica de la fuerza política, en la que surgieron con claridad algunas conclusiones que son muy importantes para la etapa que se abre ahora. En primer lugar, podemos decir que esos 15 años fueron años de realizaciones muy importantes, de crecimiento del país con distribución del ingreso, de mejora de las condiciones de vida de sectores de la población que habíancaído mucho después de la crisis de principios de los 2000. Fueron años de desarrollo de políticas públicas que no habían existido en otras etapas de la vida del Uruguay y de transformación de algunas políticas públicas que el país venía desarrollando desde antes, en sintonía con lo que fue el desarrollo de los gobiernos progresistas en toda la región.
Algunas conclusiones que surgen del proceso autocrítica son, por un lado, fue muy positivo y es muy valioso un proceso de transformación de las relaciones laborales en un sentido de mayor protagonismo de los trabajadores, de sus organizaciones, de fortalecimiento de la negociación colectiva, que habilitó además una mejora sustantiva de los salarios y de las condiciones de trabajo en Uruguay. Pero en la última etapa, en el último gobierno del Frente Amplio antes de la derrota de 2019, hubo una pérdida importante de puestos de trabajo y un enlentecimiento en el proceso de mejora de los salarios y de la distribución, que obviamente es parte de la explicación de la derrota posterior. Diría que como principal lección que surge del proceso autocrítica está la necesidad de que un gobierno de izquierda, un gobierno transformador, un gobierno popular, preserve y potencie siempre su relación con las organizaciones sociales, su perspectiva de incluir la participación social en las políticas públicas, y que cualquier obstáculo, cualquier dificultad que tenga que ver con el ciclo económico, que tenga que ver con el contexto regional y global, o con las propias debilidades que los procesos políticos y sociales presentan, debe ser discutida y abordada en conjunto, en un diálogo fermental, respetando las autonomías de cada actor, pero siempre incluyendo en el proceso de discernimiento de los caminos y las decisiones a tomar a la sociedad y particularmente a las organizaciones que representan los intereses de las mayorías populares. Ahí creo que hay una gran lección. Por otra parte, ante la pregunta de qué desafíos no pueden ser resueltos con las recetas de los 15 años, yo diría que muchos, porque estamos en otro momento histórico, porque estamos en otro momento del mundo, de la región, porque tenemos que ser muy creativos en pensar cómo realizar transformaciones que no dependan exclusivamente del crecimiento económico.
Tenemos que afrontar desafíos de transformación de la matriz productiva, de desarrollo de la economía social, de despliegue del Estado y de la sociedad civil coordinadamente para afrontar las violencias que existen en los territorios, que revisten características diferentes todas estas dimensiones a las que tenían en los 15 años. O sea, no podemos pensar nunca lo que viene, o lo que vamos a desarrollar, o lo que estamos desarrollando como una repetición de lo que fue. Esa tendencia a pensar la transformación como restauración es una tendencia que no permite mirar con creatividad, ni con los pies en la realidad en la etapa que nos toca vivir. Así que se trata de crear, de imaginar, de construir cosas nuevas, superando nuestros propios límites y aprendiendo también de los errores cometidos.
—MDF: En los gobiernos del campo popular, la política social suele ocupar un lugar central, pero en el marco de una matriz diferente a la que tiene el área en gobierno de derecha. ¿Cómo entienden ustedes el sentido estratégico de la política social y qué rol cumple en la construcción de una sociedad más igualitaria y cohesionada? ¿Cuáles son las principales diferencias entre una política social pensada desde un proyecto popular y aquella promovida por gobiernos de derecha?
—Gonzalo Civila: La política social tiene un sentido estratégico para cualquier proyecto nacional que pretenda efectivamente incluir al conjunto de la población y construir mayores condiciones de igualdad y de libertad real para todas las personas. Creo que la gran diferencia en la concepción de la política social que puede tener un gobierno de izquierda transformador, popular, respecto de un gobierno de derecha está ubicada en la idea de que las políticas sociales no deben ser exclusivamente compensatorias de la exclusión o las vulneraciones que el propio sistema económico-social genera sino que tienen que tener un horizonte universalista y transformador de la realidad. Y en esto de una perspectiva de transformación de la realidad debe estar incluida con muchísima fuerza la dimensión de la participación social.
La política social no puede ser una construcción exclusivamente estatal, tiene que ser una construcción participativa con mucho anclaje barrial, con mucho anclaje en las capacidades locales, en las capacidades de las comunidades, no para delegar en las comunidades algo que debe hacer el Estado sino para desarrollar un proyecto genuino de transformación de la realidad desde abajo. Y ese proyecto genuino supone fortalecer capacidades comunitarias y generar mayores niveles de organización de la sociedad. En ese sentido la política social no puede concebirse solo como una interfase entre los problemas de cada individuo y el Estado con prestaciones o estrategias para resolver esos problemas individuales sino que debe potenciar la construcción de demanda colectiva y de organización para resolver los problemas sociales, porque los problemas sociales se resuelven socialmente.
Creo que ahí hay un gran parteaguas en la concepción de la política social en un aspecto que es metodológico, que tiene que ver con cómo se construye la política social y que también tiene que ver con el horizonte porque los fines y los medios no pueden estar disociados y si queremos construir una sociedad no solamente que evite o que afronte las peores consecuencias del sistema con algún paliativo sino una sociedad más igualitaria y más justa, la política social tiene que incorporar con mucha fuerza la intervención participativa y comunitaria. No implica esto que no puedan existir estrategias focalizadas o particulares que pongan énfasis o prioridad en los sectores más vulnerados de la sociedad, esto es fundamental hacerlo, pero la perspectiva desde la cual se hace que no puede ser la de la beneficencia o la de la compensación sino que debe ser la de la justicia y la de la construcción colectiva y protagónica de los cambios por parte de la sociedad es una diferencia central con el enfoque conservador.
—MDF: En distintos países avanzan discursos que deslegitiman el rol del Estado, incluso en áreas como la salud, la educación o la protección social, pilares distintivos de sociedades como la uruguaya y también la argentina. ¿Qué desafíos comunes enfrentamos los gobiernos y fuerzas del campo popular frente ante esta nueva ofensiva?
—Gonzalo Civila: Yo creo que el discurso anti-Estado se para en una deslegitimación del Estado que tiene una historia, no es una deslegitimación exclusivamente discursiva, la realidad es que hay vastos sectores sociales que sienten que el Estado no da una respuesta adecuada a sus problemas, a sus necesidades, y esa percepción es una percepción basada muchas veces en la realidad, a la que obviamente se le suma un discurso ideológico de denostación del Estado por parte de las clases dominantes de la sociedad y sus expresiones políticas más conservadoras.
La mejor forma de relegitimar al Estado y a la política es asumiendo que el Estado a veces practica también violencia institucional sobre los sectores populares, que el Estado muchas veces es funcional a los intereses de los mismos sectores que lo deslegitiman y lo critican o lo cuestionan en su discurso ideológico, y que el Estado se relegitima cuando se abre a la participación social, cuando no es visto por la sociedad como una especie de brazo autónomo que debe resolver todo, sino como una construcción colectiva en la que la propia ciudadanía tiene un rol activo que no pasa exclusivamente por los momentos electorales y cuando se visualiza en la práctica, en los hechos, como un actor fundamental para construir más igualdad y más libertad, presente en la realidad, que no construye verticalmente sino que construye con el protagonismo de la gente y que es fundamental para sostener una democracia real, una democracia que permita que todas las personas podamos vivir dignamente y participar en la construcción del destino de nuestras patrias.
—MDF: A más de medio siglo de su fundación, el Frente Amplio sigue siendo una referencia para el campo popular en América Latina. ¿Qué lecciones o ejemplos creés que puede ofrecer la experiencia del FA a otras fuerzas populares o en este contexto mundial o regional?
—Gonzalo Civila: El Frente Amplio es parte de un proceso latinoamericano, popular, que en Uruguay producto de la propia historia nacional de las características de nuestro pueblo y de sus procesos, encontró en una fuerza que tiene un componente de coalición, pero también un componente de movimiento, con personas independientes, con espacios de militancia comunes, de diferentes identidades y tradiciones que se encuentran y se conjugan, una herramienta para la transformación de la realidad, con un programa común de corte nacional, popular y democrático. En ese registro, el Frente Amplio obviamente que puede ofrecer a otras fuerzas populares y progresistas de la región algunas alternativas, miradas, experiencias. No es ni peor ni mejor que otra experiencia política popular, es la que el pueblo oriental en su camino, en su proceso pudo construir, para nosotros es una herramienta importantísima.
Y creo que la principal lección que deja es que la unidad política de la izquierda, de los sectores populares, forjada además en un proceso continuado de experiencias de unidad social, es clave para poder lograr el acceso al gobierno y gobernar con una perspectiva de transformación de la sociedad. Ese camino ha sido siempre un camino atravesado por contradicciones, por dificultades, donde la relación entre las identidades de cada una de las tradiciones políticas que componen el Frente Amplio, y el Frente Amplio como proyecto unitario, tiene sus tensiones, donde además hay una composición policlasista, que también supone administrar tensiones y conflictos, pero podría decir que la garantía de la unidad del Frente Amplio ha estado mucho más en su base que en una articulación dirigencial. La base del Frente Amplio, entendida como movimiento que permite la confluencia de distintas militancias y tradiciones, ha sido una garantía de la unidad del Frente Amplio. Y desde Uruguay humildemente creo que podemos sugerirle a cualquier proceso, experiencia o intento de unidad popular, construir espacios de encuentro entre las distintas militancias, habilitar la participación de militantes que puedan no estar encuadrados en una organización previamente existente, la presencia fuerte en el territorio y en los frentes sociales, la articulación con un movimiento social que también necesita avanzar en mayor unidad, y la participación directa de la militancia de base en la toma de decisiones.
El Frente Amplio ha construido una estructura que incluye congresos, plenarios, donde el protagonismo de las bases frenteamplistas, donde confluyen, como decía, militancias diversas, es central. Creo que esto ha sido y es muy importante.