Historia y acciones del primer gobernador peronista que tuvo la provincia de Buenos Aires. Las obras que aún perduran y las que entraron en riesgo con los ajustes del gobierno de Milei.
Más de 1600 escuelas, barrios de chalets para familias trabajadoras, jardines de infantes, plantas de tratamiento de agua, pavimentación y caminos, hospitales y maternidades, escuelas de policías, aeródromos, la estatización del Banco Provincia. La República de los Niños, el Parque Pereyra Iraola, el Complejo Turístico de Chapadmalal.
En seis años y veinte días, la provincia de Buenos Aires fue otra con el shock de obras públicas que puso en marcha la gobernación de Domingo Alfredo Mercante. Fue una fiebre del hacer que transformó el territorio bonaerense entre el 16 de mayo de 1946 y el 4 de junio de 1952, bajo el marco de la primera presidencia de Juan Domingo Perón.
Eva Perón reconoció el rol de Mercante en los albores del peronismo hasta denominarlo “el corazón de Perón” y lo destacó como “el realizador de la doctrina”, porque su gobierno “fue el más patriótico y el más progresista de la provincia”. De acuerdo al escritor y ensayista Teodoro Boot (seudónimo del militante popular Raúl Blanco), podría sintetizarse la gobernación de Mercante como “una gestión de gran eficiencia, particularmente centrada en la reforma agraria –distribuyendo 130 mil hectáreas expropiadas a grandes terratenientes–, el desarrollo industrial, el crédito generoso, la creación de obra pública, la construcción de un gran cantidad de escuelas y hospitales, las viviendas obreras y el desarrollo del turismo social”.
Mercante nació el 11 de junio de 1898 en el barrio porteño de Flores. Era nieto de una pareja de agricultores de origen italiano, que trabajaba de sol a sol en los campos de Monte del Tordillo, en el partido de Dolores. Su padre, José Domingo, comenzó como arriero, pero luego pasó a trabajar como limpiamáquinas en el Ferrocarril Oeste. De ahí pasó a ser fogonero y, luego, logró el ascenso a maquinista. En uno de los viajes a Marcos Paz, se enamoró de una joven cercana a la familia, Flora Cardone. Ya casados, decidieron afincarse cerca del trabajo de José, en la “línea del Oeste”.
El padre quería que su hijo siguiera sus pasos en el ferrocarril. Su madre deseaba que se inscribiera en el Colegio Normal de Profesores. Domingo no estaba convencido de ninguna de las dos opciones. Se preparó durante todo el verano de 1915 e ingresó al Colegio Militar, en San Martín. Becado por su desempeño estudiantil, egresó cuatro años más tarde con el rango de subteniente. Su primer destino fue el Regimiento de Artillería en la ciudad de Córdoba, donde aprovechó para hacer estudios de Ingeniería en la universidad nacional, hasta que fue trasladado a Goya. En esa localidad correntina fue ascendido a teniente.
En 1924 se dieron dos episodios fundamentales en su vida. En un curso de armamento en la Escuela de Suboficiales conoció a otro joven que brillaba en la carrera militar: Juan Domingo Perón. Ninguno de los dos sabía -tal vez alguno de ellos lo intuyó- que sus vidas se iban a volver a cruzar casi dos décadas más tarde. También ese año, Mercante tuvo un nuevo destino: la Artillería Escuela de Campo de Mayo, donde permaneció 16 años y tuvo altas calificaciones hasta llegar al rango de mayor.
En 1940 fue trasladado al Arsenal de Guerra de la Capital Federal. Ni bien llegado a su nuevo destino, realizó una evaluación detallada del funcionamiento del polvorín y descubrió que por cada chaveta de granada se pagaba el triple del precio estipulado. Le planteó el problema al general Rocco, que estaba a cargo del arsenal.
—Dígame mayor, ¿usted es o se hace?— fue el único comentario de Rocco.
—Discúlpeme, mi general, yo realmente soy— fue la única respuesta de Mercante.
Como castigo por la impertinencia, fue enviado a la Inspección General de Tropas de Montaña de Covunco Centro, en el Departamento de Zapala, provincia de Neuquén. Allí conoció al jefe del lugar: el general Edelmiro J. Farrell, con quien trabó una relación profesional. Cuando Farrell fue trasladado a la sede central de la Dirección General de la Inspección de Tropas de Montaña en el barrio porteño de Palermo, levantó el destierro de su subordinado y lo llevó con él a su nueva misión. Allí Mercante volvió a cruzarse con Perón y conoció de primera mano el plan que ideaba el futuro presidente de la Nación: la creación del Grupo de Oficiales Unidos (el GOU). Interesado por la propuesta, le manifestó a Perón el deseo de sumarse a la iniciativa.
—Bueno Mercante, entonces usted es el primer enrolado y queda a cargo de la misión.
Contactó a los oficiales de todas las guarniciones porteñas. El 10 de marzo de 1943 fundaron el GOU en un hotel frente a la Plaza de Mayo. El teniente coronel Mercante tenía el número 1 de los miembros fundadores; el coronel Perón decidió tomar el último puesto: el 19.
Desde el Departamento Nacional del Trabajo, Perón y Mercante comenzaron a cambiar los destinos de la Argentina. Liberaron y repusieron a dirigentes sindicales que habían sido destituidos, levantaron huelgas, congelaron los alquileres urbanos y los arrendamientos rurales, aprobaron el Estatuto del Peón de Campo, el aguinaldo, el régimen de jubilaciones para los empleados de comercio, los convenios colectivos, las indemnizaciones por despido, el Estatuto del Periodista, crearon escuelas técnicas y policlínicos. El rol de Mercante era clave para la articulación con los delegados de distintas extracciones ideológicas, sin importar si provenían del anarquismo, el socialismo, el comunismo o el sindicalismo revolucionario.
Perón y Mercante recorriendo la Provincia de Buenos Aires.
En enero de 1944, un terremoto destruyó San Juan y provocó más de 10 mil muertes. Una ola de solidaridad se despertó en todo el país y el Gobierno nacional dispuso todos sus recursos para atender la emergencia. Los sindicatos también se plegaron con una colecta masiva que culminó con un acto en el Luna Park para hacer entrega de todo lo recaudado. Mercante decidió sentar a Perón junto a Eva Perón, joven y ascendente integrante del Sindicato de Actores de Radio.
Desde la Secretaría de Trabajo, la dupla seguía desplegando una batería de medidas para mejorar la situación de los trabajadores: aumentos de salarios, planes de construcción de viviendas, creación de cajas de jubilaciones. El ascenso de Perón en el escenario nacional despertó recelos en sectores dirigenciales y empresariales, que exigieron su renuncia. Confinado en la Isla Martín García, desde los sindicatos se movilizaron para lograr la restitución del líder. Mercante desempeñó otra vez un rol clave de articulación, recorriendo sindicatos, pueblos y barriadas en defensa de Perón. Las acciones desembocaron en la masiva manifestación del 17 de octubre. Las multitudes cantaban: “Con Perón y Mercante la Argentina va adelante”. El presidente Farrell anunció la formación del nuevo gabinete, con Mercante como titular de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Pero él no estaba en el balcón: se había desmayado tras ocho días frenéticos.
Antes de ese momento histórico, desde la Isla Martín García, Perón le había escrito el 13 de octubre una carta a Mercante, donde le pedía que cuidara la salud de Eva y anunciaba que ni bien le dieran el retiro “me caso y me voy al diablo”. Así sucedió el 22 de octubre, en el Registro Civil de Junín, con el teniente coronel don Alfredo Mercante como testigo.
El 24 de febrero de 1946, la fórmula Perón-Quijano ganó las elecciones presidenciales. Con Juan Bautista Machado como vice, Mercante fue electo gobernador con el 54% de los votos. El triunfo, sin embargo, no le alcanzaba para tener la mayoría en las cámaras legislativas. La Unión Cívica Radical sumaba 21 senadores provinciales contra 18 del peronismo; y 35 diputados contra 33. La capacidad de consenso que había mostrado tanto en la conformación del GOU como en las movilizaciones de octubre se transformaron en herramientas cruciales para llevar adelante su mandato provincial.
Con la presencia de Perón y Evita, Mercante asumió el cargo el 16 de mayo de 1946. Ante la multitud congregada en la Plaza San Martín de La Plata, Mercante prometió consagrar al servicio de sus funciones “toda la energía de mi espíritu y el esfuerzo de mi voluntad tesonera e inquebrantable”. Esas palabras se transformaron en hechos con el Plan Trienal de ejecución de obras públicas.
Mercante supervisando la construcción de una escuela en la Provincia de Buenos Aires.
Su grupo de trabajo reunió a dirigentes de distintas procedencias políticas y sindicales, que incluía referentes radicales de FORJA, como Arturo Jauretche, quien ocupó la presidencia del Banco Provincia y desde allí llevó adelante un política crediticia para proyectos de industrialización; Miguel López Francés, ministro de Hacienda; y Julio César Avanza, titular de la cartera de Educación. Otros colaboradores llegaron desde el nacionalismo católico como Arturo Sampay, que fue fiscal del Estado y luego tuvo un rol destacado junto a Mercante en la reforma constitucional de 1949; y Emilio Mignone, que fue subsecretario de Educación y décadas más tarde fue clave en la lucha por los derechos humanos en la Argentina.
Según el historiador Claudio Panella, la gestión de Mercante “puede ser conceptuada como progresista y eficiente, rica en realizaciones materiales y ejecutada por colaboradores capaces y emprendedores. Dicha obra fue uno de los pilares fundamentales en los que se asentó el prestigio de Mercante, tanto dentro como fuera del peronismo”.
La cantidad y diversidad de acciones de la gobernación de Mercante no necesita adjetivos adicionales.
Educación: Implementó un plan integral de edificaciones escolares para poner fin al déficit que tenía la provincia. El resultado: se construyeron 1609 escuelas, a un promedio de 268 por año, y se refaccionaron y ampliaron otras miles. El objetivo fue también transformar a las escuelas en centros comunitarios, con gimnasios, teatros y salas de eventos. Se organizó el sistema de educación preescolar, se crearon jardines maternales y centros de formación de maestras jardineras. En el nivel medio, se impulsó la educación técnica. Se inauguró el Instituto Tecnológico del Sur en Bahía Blanca (la actual Universidad Nacional del Sur). Se aprobó el Estatuto del Magisterio, que fue el primer cuerpo legal que tuvo la Argentina para proteger los derechos de los docentes.
Obras Públicas: Desarrolló un plan de mejoramiento de la conectividad de toda la provincia. El ferrocarril fue un eje central, apuntando a la reactivación de trece ramales y la realización del ramal del Ferrocarril Provincial de Olavarría a Loma Negra, que permitía trasladar 1.000 toneladas diarias de cemento portland hacia el Gran Buenos Aires y estaciones intermedias. También se construyeron 59 aeródromos. Se creó el Viaducto Sarandí y se abrieron y pavimentaron caminos como La Plata-Punta Lara, General Rodríguez-Pilar, Chascomús-Magdalena, Coronel Suárez-Las Colonias, Ayacucho-Las Armas-General Madariaga, Villa Elisa-Punta Lara, San Andrés de Giles-San Antonio de Areco, Saladillo-25 de Mayo, Olavarría-Hinojo, Juárez-Tandil, Capilla del Señor-Ruta 8 y el primer Camino Isleño. Se construyó la planta de tratamiento de agua para La Plata, Berisso y Ensenada. Se ejecutaron obras cloacales y de saneamiento. Se construyó el Canal de Riego Unificador en General Villarino. En materia energética, se creó el sistema interconectado de energía en Mercedes, Alberti, Suipacha, Bragado y Chivilcoy; la usina eléctrica de Bahía Blanca; y se consolidaron las cooperativas eléctricas. Se construyó la Casa de la Provincia en la avenida Callao de la Ciudad de Buenos Aires, para facilitar el pago de impuestos y tasas provinciales.
Salud Pública: Se incrementó el presupuesto de salud pública en un 700% y se logró pasar de 5.000 a 20.000 camas en los hospitales de la provincia. Se creó el Pabellón Central del Hospital General San Martín de La Plata, el Sanatorio Marítimo de Necochea, entre otras clínicas y casas cunas. También se levantaron 42 obras para luchar contra la tuberculosis, el Instituto de Tisiología José Hernández y el Instituto Biológico Tomás Perón.
Vivienda: Se construyeron 146 barrios obreros y se implementaron planes de acceso al crédito para que las familias de trabajadores pudieran tener su vivienda de acuerdo a sus ingresos. Muchas de esas casas, de paredes blancas o muros de ladrillos a la vista y cubierta de tejas, eran reconocidas como los “chalets Mercante”.
Justicia y Seguridad: Se crearon los tribunales del trabajo para proteger los derechos de los trabajadores. Y se crearon academias para las fuerzas de seguridad: la Escuela Juan Vucetich, la Escuela Superior de Policía y la Escuela de Enfermeros Paracaidistas.
Cultura, turismo y ambiente: Se expropiaron más de 10.000 hectáreas para crear el “Parque de los Derechos de la Ancianidad”, hoy más conocido como Parque Pereyra Iraola, la zona de mayor biodiversidad de toda la provincia. También se promovió el turismo social con la expropiación de 24 chalets en la Playa de los Ingleses de Mar del Plata; se instalaron clubes y campamentos turísticos; se elaboraron planes de bodas y de turismo familiar. El eslogan era claro: “Usted paga el pasaje, la Provincia el hospedaje”. Dos legados fueron el Complejo Turístico de Chapadmalal y del Hotel Provincial de Mar del Plata. En 1948 se realizó el primer Festival de Cine Argentino en Mar del Plata, que sentó las bases del Festival de Cine Internacional que se realizó en esa ciudad en 1954.
Una de las obras más importantes fue la República de los Niños en Gonnet. Era algo más que un centro de recreación: buscaba ser una “polis” en miniatura, en la que niñas y niños aprendieran a ejercer sus derechos democráticos. Se erigió una Casa de Gobierno, ministerios y una Legislatura con bancas acomodadas al tamaño de los legisladores infantes. “El gobernador tenía la preocupación constante de la situación de los niños en la sociedad. No se trataba sólo de defender sus derechos y ampliar los servicios para la infancia, sino que sostenía que la sociedad debía tenerlos en cuenta para no perder a ninguno de ellos, aprender a escucharlos y a entenderlos. Quería que se empezara a hacerlos partícipes de las inquietudes y necesidades de la comunidad”, explica su hijo Domingo Alfredo Mercante en el libro Mercante, el corazón de Perón, que publicó Ediciones de La Flor en 1995.
Líder del Partido Intransigente y gobernador bonaerense entre 1958 y 1962, Oscar Alende reconoció la gestión de su par peronista: “El juicio político que se comparte en todos los ambientes sobre la administración del gobernador Mercante es favorable sobre su carácter progresista y realizador. Fijó una orientación popular transformadora y le enseñó al país un camino trascendente”.
La capacidad de gestión y la muñeca política llevaron a Mercante a ser designado presidente de la Asamblea Nacional Constituyente de 1949. Junto a Sampay lideraron la reforma que incorporó derechos laborales y sociales, la igualdad jurídica del hombre y la mujer, derechos de la niñez y las personas mayores, la autonomía universitaria, entre otros avances. El gobernador se negó a habilitar su reelección, pero sí se postuló en 1950 a prorrogar su mandato por dos años para emparejar el periodo presidencial con el provincial. Logró la victoria con más del 57% y extendió su mandato hasta 1952.
Por esos años comenzó cierto distanciamiento con Perón. “Hombres como Mercante, Jauretche, Carrillo y Scalabrini Ortiz se alejaron sin irse del todo, porque sabían muy bien que los otros, los que tomarían el poder tras la caída de Perón, venían a atrasar los relojes. Estas ausencias debieron haber encendido una alarma que lamentablemente no se activó”, escribió Felipe Pigna en el libro Qué queda de los cuatro peronismos. Sin embargo, siempre se mantuvo leal a su compañero de luchas. Con el golpe de Estado de 1955 y el arribo de la Revolución Libertadora, debió exiliarse en Montevideo. Allí recibió un nuevo encargo de Perón: avanzar en un acuerdo con Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio de cara a las presidenciales de 1958.
Una de las últimas apariciones públicas de Mercante fue en julio de 1974 para asistir al funeral de Perón en el Congreso de la Nación. Poco tiempo más tarde, el 21 de febrero de 1976, murió a los 77 años.
Hoy desde la Presidencia se pregona la demolición del propio Estado. Las políticas públicas se transforman en cheques en blanco para los sectores más concentrados. Se decide el final del Complejo Turístico de Chapadmalal por considerarlo “innecesario”, desconociendo los millones de pibes y pibas que ahí conocieron por primera vez el mar o disfrutaron de sus primeras vacaciones o aprendieron la historia y la memoria de este país. Hoy, entonces, estudiar la gestión de Mercante, el primer gobernador peronista, se vuelve no sólo necesario sino también imprescindible para mantener vivo su legado, su “angustiosa fiebre del hacer”.